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“El regalo que nunca llegó”

A los 10 años Juan Camilo Durango, pasó por la peor experiencia que puede tener un niño de su edad, pues al salir de su casa fue intimidado y acorralado por un hombre…


Era un martes, un día normal de la semana, que se tornaba tranquilo y sin ninguna amenaza, Maria, la hija menor de la Señora Rosa, se levantó para despachar a su hijo Juan de 10 años al colegio, aunque el horario de entrada era a las 12:00 m, ella siempre tenía la costumbre de despertarse a las 10:00 a.m. por si ocurría algún percance… y como si estuviera escrito, lo hubo, pero era algo insignificante que se podía solucionar, pues resulta que la plancha con la que iba a organizar el uniforme de su hijo se dañó, no tuvo más opción que mandar a Juan a la casa de su abuela que quedaba más o menos a 5 cuadras de la suya, pero este camino aunque siempre había sido corto, duró todo un día…


Juan como todos los niños, estaba inocente del peligro que había en la calle, al igual que su madre, pues ella se confió de la época, pues era obvio ya que eran los años 80’s donde solo se vivía frescura, tranquilidad, calma y en donde la violencia no se llevaba todo el protagonismo, completamente diferente a la de ahora… muy comedidamente y como era para su conveniencia Juan aceptó ir a la casa de su abuela. Comenzó su recorrido, eso sí recordando los consejos que le hizo su madre antes de salir que eran: “ten cuidado al cruzar la calle”, “no recibas nada de lo que te ofrezcan”, “ni tampoco hables con extraños”. Pero, todas estas palabras se borraron de su cabeza cuando un hombre de tez negra, contextura gruesa, aproximadamente de 40 años se le acercó, tomó su mano y le dijo haciendo visible una navaja que llevaba dentro de sus pantalones, que se fuera con él porque le tenía un regalo que le iba a gustar mucho, pero le hizo varias advertencias para que el niño no gritara, ni hiciera algún movimiento para llamar la atención de la gente que estaba a su alrededor y lo más fuerte fue que le obedeció que lo llamara “papá. En ese momento, el pequeño quedó aturdido completamente, no sabía qué hacer, no sabía que sentía en ese momento, si miedo o emoción, pero lo que sí supo es que se dejó llevar por la palabra “REGALO” fórmula perfecta para persuadir a un niño. En cuestión de segundos, ese hombre y Juan, estaban compartiendo el asiento de la parte trasera de un taxi, el cual los dejó en el Éxito de San Antonio, pues lo supo porque pudo ver el letrero gigantesco que estaba pegado en una pared o encima del techo, no recuerda muy bien. Después de que el taxi los dejara en ese sitio, el hombre estiró la mano, cuya acción hizo que un bus que tenía un letrero bastante visible en la parte de adelante que decía Itagüí se parara a todo el frente de ellos, este completo extraño, que se quería ganar el nombre de papá, sin dirigir una sola palabra cargó a Juan, lo montó y sentó en una silla junto a él. El pequeño simplemente preguntaba que cuánto faltaba para que le diera su “regalo” y las respuesta que recibió fue: tranquilo ya vamos a llegar.


Pasados unos minutos se bajaron del bus y se dirigieron a una casa, pero estaba vacía, no había ni siquiera una silla para sentarse, o lo que tanto esperaba ver Juan… “su regalo”. Entonces, su reacción fue mirar al hombre para esperar alguna respuesta, pero de inmediato le dijo: “espérame aquí, no te vayas a ir, y si te vas te voy a encontrar y te voy a matar”, al escuchar esas amenazadoras palabras, el pequeño se quedó inmóvil, no sabía qué hacer, se sentía indefenso… El hombre salió de la casa, pero no se percató de cerrar bien la puerta, así que Juan aprovechó y salió corriendo de ese lugar porque sabía que algo malo le podría suceder. Se escondió en el primer lugar que vió, su primera y única opción fue meterse detrás de unas ramas que estaban a todo el frente de la casa las cuales lo lastimaron porque eran ásperas y su punta parecía que tuvieran espinas, pero eso no fue motivo de impedimento e importancia, él solo quería estar a salvo. De repente, se percató de que aquel hombre iba llegando a la casa, reflejando en su rostro algo de satisfacción, pero luego observó que en sus manos llevaba un tarro de mantequilla y un rollo de papel higiénico, en el momento en el que el sujeto o entró y no encontró a su víctima en la casa, comenzó a gritar por toda la calle su nombre “Juan, Juan, ¿dónde estás?, ¡aparece o si no te vas a arrepentir!”.


La frustración se le veía en su cara, pues era obvio, ya que no pudo cumplir el objetivo de violarlo. Juan estaba muy nervioso, no sabía si se iba a poder escapar de ese pervertido hombre, pero al fin lo logró, porque apenas el tipo vio que este niño no aparecía por ningún lado, este cerró con llave la puerta de la casa y cogió rumbo por las calles de aquel lugar que resultaba ser totalmente desconocido para Juan, decidió esperar a que pasara más tiempo para no correr el riesgo de que lo atrapara, y al fin cuando salió del matorral en el que se había entrado, empezó a correr y a correr hasta llegar a una farmacia y le pidió a una señora que le prestara el teléfono para llamar a la casa de su abuela porque “se lo habían robado”.


Así es, después de que la familia de Juan había pasado un día lleno de miedo, inquietudes sobre lo que estaba sucediendo, recorridos a la estación de policía para poner el denuncio e ir a los hospitales en su búsqueda, a las 4:30 p.m. sonó el teléfono de la casa de su abuela, en ese momento contestó su tía Rosa, que estaba al pendiente por si llegaba alguna noticia, y así fue, con su voz reflejando desesperación, intranquilidad y ansias por saber algo sobre la situación de su sobrino, dice: “ ¿Juan?, y le respondió una voz femenina que le dice: “Buenas tardes Señora, la estoy llamando de una farmacia, ubicada en Itagüí, en el barrio Simón Bolívar, es para ver si conoce a un niño que se llama Juan, me dice que está perdido”, la Señora Marina le responde: “sí, sí él es mi sobrino, por favor no lo deje ir, ya vamos por él, es que se lo robaron”.


Finalmente, cuando el terror pasó y Juan se encontraba de nuevo con su familia, avisaron a la policía que ya había aparecido, así que no tardaron un segundo para empezar con la tarea de investigar al hombre que se había robado a Juan apoyándose en la descripción física que dió el niño, pues resulta que era un hombre que trabajaba en una agencia de arrendamientos, y aprovechaba que tenía acceso a las llaves de las casas que no estaban en uso para llevarse a los niños y violarlos. Además, se descubrió que ya tenía cargos encima por los mismos acontecimientos. Debido a esto, la policía raptó al tipo y aunque fue difícil para el pequeño, tuvo que ir a la fiscalía para reconocer al causante de su robo, y como era de esperarse, Juan no dudó un segundo en decir que había sido él, y a causa de esto el tipo fue trasladado con rapidez a la cárcel llamada “Bella Vista”.


Ya han pasado 30 años después de lo ocurrido, ahora Juan es padre de un hijo de 7 años, al cual protege con su vida, pues afirma que no va a permitir que su hijo pase por lo mismo, y aunque lo causado no dejó secuelas físicas, psicológicamente quedó afectado, de esto se desprenden miedos, inseguridades, un temperamento fuerte, y poca socialización con los hombres, ya que se le parecían a aquel monstruo que se lo robó cuando apenas tenía 10 años y por poco acaba con su infancia. Ahora Juan solo agradece, que ese regalo nunca llegó.

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